Algo está pasando en mi vida desde que me llevaron al Hospital y, he sobrevivido. Hoy he traducido este texto que habla acerca de lo que crea nuestras espectativas hacia el eterno cobijo (colo, en portugués)
Nadie conseguirá darnos lo que más deseamos en cualquier relación: un eterno cobijo (abrazo, regazo)... El primer enamoramiento pasa, el primer trabajo pasa, el primer divorcio pasa, el tercer piso de alquiler, la quinta decepción ... Incontables personas pasan. Hasta nosotros pasamos: mi identidad de adolescente no llega a conocer la identidad del abuelo. Ante tanta temporalidad, buscamos refugio. Qué será lo que no pasa?
Al valorar la familia y el casamiento eterno, en realidad lo que deseamos son seres que se queden. Porque somos incapaces de cultivar relaciones duraderas, apostamos por la conexión sanguínea, que obliga continuidad. Funciona como una garantía: tú eres mi hermano, no hay manera de largarme. “Tú has entrado en la familia” es sinónimo de “Ahora puedo contar contigo”.
Es mucho más raro posicionarnos en un modo elevado para que eso surja con más personas; entonces cambiamos la gran familia de la humanidad por una familia que cabe en un churrasco. Eso explica la cantidad de relaciones en las cuales ambos se agreden, pero nunca acuerdan una separación total y completa -el / ella solo me molesta, pero siempre termina viniendo a casa nuevamente, eso pasa hace mas de 10 años. Donde voy a hallar una persona permanente así?
No solo en los primeros besos, desde la primera mamada (alimentación del bebe) hasta las últimas exhalaciones en la hora de la muerte, repetimos este pedido “Quedate conmigo?”
Nadie va a conseguir darnos lo que estamos pidiendo. Antes de que una persona quiera estar contigo, ella (esa persona) quiere ser feliz. Y, nosotros también no parecemos capaces de realmente estar ahí por el otro. Mal estamos ahí, allá, para (por) nosotros mismos! En el romantico “I’ll be there for you” (estaré ahí por tí), hay que estar atento con la conjugación del verbo en el futuro: nuestra presencia es promesa.
Por más que tengamos buenos amigos y familiares, ellos no tienen cómo parar con todo y mirar con calma para nuestra vida. Es triste observar cómo una persona puede sufrir y dejarse engañar por décadas, sin que nadie a su alrededor lo perciba. Estamos irremediablemente solos. Si ignoramos la realidad de la soledad, nos apegamos e intentamos prender al otro.
Por otro lado, no podemos evitar: estamos conectados. Si ignoramos la realidad de la conexión, nos deprimimos y evitamos a los otros. El hecho de estar conectados coexiste con el hecho de estar solos, uno no reduce al otro. Cuando nos comunicamos con la soledad del otro, estamos reconociendo su libertad de marcharse en cualquier momento. El amor aumenta con la soledad.
La mala noticia es que seremos miserables en cuanto y en tanto exigimos cobijo de los demás. La buena noticia es que seremos felices en la exacta medida en que abandonamos la esperanza del cobijo (abrazo) prometido. Es como si hiciesemos un voto extraordinario de quedarnos para siempre no con algunos, más con todos los seres -no abandonar, no desistir, beneficiar de mil maneras. Cómo tú te relacionarías sin nunca mas te fuese a separar de nadie?
El secreto de nuestra estabilidad es no precisar mas de ese cobijo (cobertura que proporciona el abrazo, la mimosidad, el regazo). Claro, podemos dar y recibir cobijo pero el verdadero regalo que ofrecemos es aquello que el otro ya tiene: la misma felicidad que descubrimos, esa que se parece al cielo, siempre disponible, o como la tierra, imperturbable, apoyando todo y a todos sin distinción.
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